De vez en cuando, justo en medio de nuestra vida ordenaría, la vida nos regala un cuento de hadas!
¡No todas las bodas son como en los cuentos de hadas que terminan felices para siempre! Al menos no de la misma manera que se muestran en nuestras queridas películas de Disney. Cuando dices ‘Sí, quiero’ a la persona que amas, lo haces con la intención de envejecer juntos. Al menos ese fue el caso para mí. El divorcio no es algo que jamás imaginé que me pasaría. Sin embargo, hoy es algo muy real para mí y en muchos sentidos, el divorcio es una epidemia en nuestra sociedad.
El proceso de divorcio a menudo destruye a las personas emocional y financieramente. El peor efecto secundario es el impacto persistente que el tira y afloja puede tener en los hijos. Lamentablemente, un divorcio no solo pone fin a un matrimonio, sino que a menudo también pone fin a familias. La mayoría de los procesos de divorcio por lo general, terminan destruyendo el poco amor o respeto que les queda a las dos personas involucradas.
¿El único beneficiario? Los abogados y sus bufetes ya ricos. Si la pareja no entra en el divorcio odiándose el uno al otro, lo más probable es que así saldrán. Mi matrimonio no tuvo un “hasta que la muerte los separe,” Tampoco tuvo el final típico de los cuentos de hadas, “Y vivieron felices para siempre. “Pero sí tuvo un final feliz diferente.
Espero que, al leer mi historia, te inspires. Si alguna vez te encuentras terminando tu matrimonio, te insto a que consideres una ruta amigable hacia la separación como lo hice yo. Jeffrey y yo estamos reescribiendo las reglas de la vida después del divorcio. Así es como todo llegó a ser.
Érase una vez …
Conocí a Jeffrey en 1991, en la Universidad de Toronto. Todavía puedo imaginármelo. Lo vi por primera vez en la sala de clases, Introducción a la política canadiense. Llevaba su mochila de cuero negro en un solo hombro. Llevaba zapatillas deportivas blancas, Reebok, jeans azules y una camisa de mangas largas abotonada. Siempre estaba masticando su chicle favorito, Big Red.
Poco después de hacernos amigos, comenzó un romance. Seis años después, en 1996, tuvimos una boda de cuento de hadas. En presencia de todos aquellos a quienes queremos dijimos nuestro “Sí, acepto”. Para nosotros, fue más específicamente: “Ani L’ Dodi, v ‘Dodi Li, soy de mi amado y mi amado es mío.” Como muchas novias, estaba feliz de haber encontrado a mi Príncipe Azul y de hecho, lo era.
Las películas de cuentos de hadas nos enseñan que siempre hay un final feliz. En las historias, el amor vence sobre al malvado villano. El príncipe mata al dragón y elimina a la malvada madrastra. El príncipe y la princesa corren hacia la puesta de sol en su hermoso carruaje o en su caballo blanco y aquí es donde terminan la mayoría de los cuentos de hadas de Disney.
Entonces, ¿qué pasa después?
Mi cuento de hadas duró 23 años. Como cualquier matrimonio, tuvimos nuestros altibajos. Lo mejor que salió de ello fueron nuestras hijas. Con el tiempo, nuestra relación se distanció. Si tuviera que señalar una cosa como la culpable de nuestra disolución, en retrospectiva, fue una combinación de cosas.
Se derrumbó debido a nuestro negocio y las largas horas dedicadas a nuestro trabajo. Fue nuestra inmadurez, nuestras diferencias culturales y, en muchos sentidos, mis inseguridades y creencias. Todas estas cosas combinadas extinguieron lo mejor de nosotros. Al final, llegamos a una encrucijada. Cuando Jeffrey y yo nos casamos, hicimos un pacto. El pacto era que, si en algún momento uno de nosotros ya no podía hacer feliz al otro, encontraríamos una manera amorosa y respetable de separarnos.
El final de mi cuento de hadas
El terrible día llegó a principios del 2013. Debo admitir que romper nuestro matrimonio fue una de las decisiones más difíciles que Jeffrey y yo tomamos. Mis hijas crecieron viendo a dos padres que las amaban y que estaban completamente involucrados en sus vidas. Queríamos asegurarnos de que su mundo se mantuviera consistente tanto como fuera humanamente posible.
Recuerdo la noche que llamamos a nuestras hijas para darles la noticia de nuestra separación. Ya llevábamos cuatro meses separados, pero nuestras hijas ni siquiera habían notado el cambio porque Jeffrey y yo nos habíamos seguido tratando de manera igual.
Jeffrey les dijo,
“Quiero darles una lección sobre el amor verdadero. Cuando amas algo, lo liberas.”
Jeffrey y yo nunca hicimos que el otro se sintiera culpable por la decisión que habíamos tomado. Jeffrey era especialmente fuerte a mi alrededor. Aceptó nuestro destino con tanta gracia y siguió siendo el hombre increíble que siempre supe que era.
Elegimos no odiar ni resentir al otro. Elegimos conscientemente mantener una relación armoniosa por el bien de nuestras niñas. Su bienestar y felicidad fueron siempre la prioridad. Dejamos a un lado nuestras necesidades egoístas y nos comprometimos plenamente a hacer de esta, una separación diferente. No queríamos experimentar las historias de horror de divorcio que uno escucha.
Terminar nuestro matrimonio de esta manera no estaba en nuestra naturaleza. Nuestra relación terminó no por falta de amor. Terminó porque ese era nuestro contrato de vida, ese era nuestro destino. A veces las cosas no están destinadas a durar para siempre de la manera que esperamos.
No me malinterpretes; no fue nada fácil nuestra separación. Fue muy triste y dolorosa para los dos. A menudo se sentía irreal. En muchos sentidos, era inconcebible poner fin a algo que alguna vez pensé sería para siempre. Pero como dice la famosa cita de Big Mama en la película de Disney, El Zorro y el Sabueso, “Para siempre es mucho tiempo, y el tiempo tiene una forma de cambiar las cosas.”
Era importante para nosotros darles tiempo a nuestras niñas para que se adaptaran. Nuestras hijas necesitaban asimilar la idea de que sus padres ya no iban a estar juntos. La separación o el divorcio pueden ser una situación devastadora y aterradora para los niños. Para la mayoría de ellos, su seguridad está amenazada y no queríamos causar ningún daño a nuestras hijas a largo plazo. Tanto Jeffrey como yo, decidimos compartir la paternidad bajo el mismo techo durante los dos primeros años de la separación.
Explicar el final de nuestra relación de manera constructiva a nuestras hijas no fue fácil. Era importante que mis niñas entendieran claramente que esta decisión no tenía nada que ver con ellas. Tanto yo como Jeffrey enfatizamos a nuestras hijas que eran amadas. Continuamos reforzando el hecho de que mamá y papá querían profundamente el uno al otro, pero que, lamentablemente, a veces suceden estas cosas.
El proceso comenzó.
Dormitorios diferentes, vidas separadas, pero aun así una familia para nuestras hijas. Mantuvimos todas nuestras tradiciones todo el tiempo que pudimos. Viajamos juntos con nuestras hijas para las vacaciones de Marzo y las vacaciones de Navidad. Celebramos cumpleaños, celebramos juntos las cenas de Shabat y las fiestas familiares y religiosas.
A medida que nuestras hijas se adaptaban, nosotros también. Poco a poco empezamos a esculpir nuestras propias vidas separadas. Empezamos a programar días en los que cada uno de nosotros nos turnábamos para estar con nuestras niñas. Las cosas se sintieron un poco incómodas cuando empezamos a salir con otra gente. Fue aún más extraño cuando tuvimos que explicarles a nuestras nuevas parejas que Jeffrey y yo todavía vivíamos juntos.
Sin embargo, era crucial para nosotros que nuestras hijas nunca se mudaran de su casa. La estabilidad que habían llegado a conocer tenía que permanecer intacta. Las chicas siempre se quedaron en un solo lugar. Siempre en su casa. Eventualmente, éramos nosotros los que rotaríamos dentro y fuera de la casa, dependiendo de quién fuera el turno de estar con ellas. Hicimos todo esto con un gran sacrificio, pero valió la pena. Al final, nuestras hijas tuvieron continuidad y seguridad. Su mundo no cambió. Éramos felices.
Ningún niño desea que sus padres estén separados. En la medida posible, tratamos de suavizar el período de ajuste. Hasta ese punto me sentí muy bien y estaba orgullosa de lo que creamos para nuestras hijas.
Aparece el Villano
PERO…. como era de esperarse en todos los cuentos de hadas, el villano pronto apareció en mi historia. Obstáculos aparecieron en mi camino de ladrillos amarillos. Mi paraíso en Ciudad Esmeralda se derrumbó cuando Jeffrey comenzó a salir con la ‘Bruja Malvada’. De repente, ya no me encontré en Oz ni en Kansas, sino en el ojo del tornado. Todo lo que habíamos construido con tanto esfuerzo fue destruido.
Siendo nuevos a esto de las citas amorosas otra vez, ambos hicimos suposiciones estúpidas. Construimos reglas poco realistas que ninguno pudo cumplir y, como resultado, surgieron conflictos. La Bruja Malvada utilizó todos los trucos de su libro de hechizos para que Jeffrey cambiara conmigo. Cuando no tuvo éxito, La Bruja Malvada me culpó por su ruptura final. Hizo un excelente trabajo interponiéndose entre la hermosa relación que Jeffrey y yo habíamos construido. Al final, quedamos profundamente heridos y terminamos construyendo altos muros a nuestro alrededor.
Desde el comienzo de nuestra separación, la gente nos dio un millón de razones por las que nuestra relación amistosa nunca iba a durar. Ya sabes lo que dicen, ‘las opiniones son como los culos, todo el mundo tiene uno.’ Entonces, cuando la Bruja Malvada tomó a Jeffrey como rehén, pude ver a la gente regocijándose con su, “Te lo advertimos!”
Estaba devastada. Hasta este punto, nunca había sentido realmente la separación como real. Sí, no estábamos juntos como marido y mujer. Sí, ambos también estábamos saliendo con otras personas, pero el hecho es que nunca me pareció real porque todavía estaba conviviendo con Jeffrey. Todavía estábamos juntos en casa. Viajábamos con nuestras hijas y disfrutábamos cada cena en familia.
De repente, todo esto se derrumbó cuando me dijo, “Es mejor que nos mudemos de la casa. Ambos necesitamos encontrar un lugar para vivir de separado. Ya no podemos convivir bajo un mismo techo.”
Ya no había nada amistoso entre nosotros. Jeffrey me miraba con resentimiento y me culpaba en parte por su ruptura. La Bruja Malvada no se ganó a Jeffrey, pero sí ganó al romper la increíble relación que Jeffrey y yo habíamos mantenido.
Mirando hacia atrás, ahora puedo ver que la situación que Jeffrey y yo creamos no era realista, pero el hecho de que esta villana se tardó segundos en destruir algo que nos costó años en construir fue devastador. Estaba destrozada. Era la primera vez en mi vida que me sentí completamente sola. He perdido todo, pensé. Perdí a mi familia, a mi esposo y a mi mejor amigo. Jeffrey y yo alquilamos condominios separados cerca de nuestra casa matrimonial para estar cerca de las niñas, y entramos y salimos de nuestra casa cuando tocaba nuestro turno.
Les explicamos a las nenas que este era el siguiente paso en la evolución de nuestra relación, pero ellas sabían que había algo más profundo detrás de esto. Una de las tantas cosas que aprendí a lo largo de todo este calvario es que nuestros hijos poseen un sexto sentido. Siempre saben cuándo no estamos en armonía.
El Divorcio
Lloré mucho. Habíamos trabajado muy duro, sacrificado mucho de nosotros mismos para proteger a nuestras hijas y aquí estábamos, en medio del tornado. Nuestras cenas familiares terminaron. Los días de fiestas llegaron y se fueron, y estábamos separados. Poco después de no vivir bajo el mismo techo, Jeffrey me dijo que había solicitado el divorcio. Jeffrey siempre habló con las niñas y conmigo sobre no volver a casarse nunca más. Dijo que buscaría compañía, pero que en realidad nunca se volvería a casar. Tenía sentido mantener el statu quo debido a nuestras participaciones comerciales. Entonces, te puedes imaginar cómo la noticia del divorcio nos llegó a las niñas ya mí. Me dijo, además, “Quiero que sepas que reservo el derecho de volver a casarme”.
Jeffrey estaba haciendo todas las cosas que había prometido no hacer nunca. Me sentí tan traicionada. Sin embargo, no tenía derecho a discutir. Era su vida, y había elegido alejarme de él, entonces no podía decir nada. El primer paso fue disolver nuestro contrato de matrimonio Judío, nuestra Ketubah. Para aquellos de ustedes que no están familiarizados con la tradición Judía, una Ketubah es un tipo especial de contrato matrimonial Judío escrito en arameo. Describe los derechos y responsabilidades del novio en relación con su novia.
Déjame decirte algo. Fue más fácil casarnos que deshacer nuestra Ketubah. Tuve que enfrentarme a un panel de tres Rabinos de aspecto extraño y barba larga. Fue un calvario aterrador. Recuerdo que los Rabinos criticaron todo el asunto y mostraron poca compasión por mis lágrimas.
Muchas cosas pasaron por mi mente en ese momento. Nos vi, dos jóvenes emocionados de estar firmando nuestra Ketubah, emocionados de comenzar una vida juntos. Sin embargo, aquí estábamos 23 años después, firmando para disolver el único contrato que tenía todo el significado para mí. Reproduje en mi mente el eco de las palabras pronunciadas una vez por Jeffrey al momento de firmar nuestra Ketubah: “Te amaré. Trabajaré para ti. Te honraré y apoyaré con la expectativa de los esposos Judíos que trabajan para sus esposas. Te honraré, te proveeré y te apoyaré todos los días de mi vida.”
Pude sentir que los Rabinos estaban un poco incómodos. A lo mejor se sintieron confundidos por mi demostración de remordimiento y emociones. Jeffrey vio que estaba hecha un desastre llorando, pero no hizo nada. Permaneció impasible, convencido de que eso era lo correcto para él. Yo ya no estaba tan segura.
¿Por qué duele tanto? Me preguntó. ¿Por qué es tan difícil dejarlo ir si eso era lo que ambos habíamos acordado que era lo mejor? Sabía en mi corazón que el amor que sentía por Jeffrey todavía estaba presente, pero también entendí que ya no podíamos hacernos felices el uno al otro. Las cosas progresaron rápidamente desde allí. Nuestro divorcio legal llegó poco después. Nada fue impugnado. Ambos fuimos justos.
Se creó un acuerdo paternal y se delineó todo sobre la crianza de nuestras hijas. Las decisiones escolares y médicas eran parte de ello. El acuerdo paternal fue rígido. Nada se dejó al azar ni a la interpretación. Lo mejor era tenerlo todo planeado y discutido en caso de que hubiera dificultades en el futuro.
Con el paso del tiempo, nuestras hijas aceptaron las nuevas reglas y el estilo de vida que teníamos. A pesar de lo difícil que fue este período, lo único que nos salvó fue el amor y el compromiso que teníamos por nuestras niñas. Pasó el tiempo, dejamos nuestras diferencias a un lado y decidimos hacer lo mejor por nuestras hijas. Sin embargo, a pesar de nuestros mejores esfuerzos, nuestra relación nunca curó al punto que alguna vez fue. Supongo que cuando algo se rompe, incluso si lo vuelves armar o pegar, nunca vuelve a ser lo mismo. Hay líneas en las grietas que intentamos juntar, y esas grietas nos marcan de por vida.
“A VECES LAS COSAS BUENAS SE DESTRUYEN PARA QUE COSASMEJORES SE CREEN”
“El mayor fracaso de mi vida fue que nuestro matrimonio no funcionara,” me dijo Jeffrey años después en un evento ecuestre mientras veíamos a nuestra hija, Victoria competir. Casi no supe cómo responder. En este punto, habían ya pasado cinco años y yo estaba viendo el mundo a través de lentes diferentes. Me tardé unos segundos en responder, “Lamento que te sientas así,” le dije. “Yo, sin embargo, considero nuestro matrimonio el mayor éxito y victoria de mi vida. El hecho de que haya terminado no significa que haya sido un fracaso. Juntos logramos más en 23 años de lo que la mayoría de la gente logra en toda su vida. Y mira las dos cosas bellas que creamos, nuestras hijas.”
Al final, nos tomó nueve años de lucha y mucho dolor para reparar nuestra herida relación. Tuvieron que pasar una serie de eventos traumáticos para que volviéramos a tener una relación buena y estable. Dicen que toda adversidad tiene la semilla de algo grande y bueno. Estoy de acuerdo con eso. Hoy, me complace decir que hemos reconstruido incluso una mejor relación como amigos y co-padres que nunca antes. Nos sentimos muy bien de poder respetarnos y cuidarnos uno al otro. Ambos hacemos lo que es mejor para nuestra familia. Nos apoyamos el uno al otro y protegemos lo que con tanto esfuerzo y sacrificio hemos construido.
Hoy puedo mirar hacia atrás y estar orgullosa de mi decisión de separarme porque fue basada en el amor y el respeto por la otra persona. He llegado a creer que no todas las cosas que terminan deben considerarse un fracaso. Hubo tantas cosas buenas que surgieron de mi relación con Jeffrey y, lo que es más importante, me ha permitido redefinir lo que creía que era el fracaso. También aprendí que hacemos nuestros propios finales felices, a pesar de lo que crecimos creyendo. Ya no espero a que mi Príncipe venga a liberarme de la torre como lo hizo la Princesa Fiona en Shrek. He aprendido que cada uno de nosotros es capaz de matar a nuestros propios dragones y vencer al villano. Soy más como Mulán y Moana porque escribimos nuestros propios finales felices. El final de las cosas nunca es un fracaso, no si esas experiencias te dieron alegría, lecciones y te cambiaron de alguna manera para mejor.
Hoy tengo la suerte de disfrutar de una familia poco convencional. Disfrutamos juntos de cenas, cumpleaños y todo tipo de festividades. Cuando uno está en problemas, el otro corre a su rescate. Hemos hecho un nuevo pacto para tratarnos con respeto y tener presente que estamos aquí por algo más grande que nosotros mismos: NUESTRAS HIJAS. Vivimos para demostrarles a nuestras niñas que el amor lo conquista todo. Ninguna bruja o villano puede ganar. Al final, los cuentos de hadas son ciertos. Puede que no siempre sea el caso del príncipe y la princesa corriendo juntos hacia la puesta de sol, pero de todos modos puede ser un final feliz.
Mientras reflexiono sobre mi vida al escribir este blog, estoy llorando con un sentimiento de gratitud. Espero que mis palabras puedan transmitir la verdad que hay en mi alma. Jeffrey y yo todavía pasamos por altibajos, pero con amor y gratitud, estamos reescribiendo, todos los días, las reglas de la vida después del divorcio. Mi consejo para ti, si alguna vez te encuentras en una situación de separarte, deseo que encuentres en tu corazón una comprensión para no dejar que la ira y el odio ganen. Te suplico a que consideres una ruta más amigable hacia la separación. Una ruta en la que los dos sigan siendo una familia, poco convencional sí, pero familia.
Nunca dejes de creer que hay una mejor manera de terminar las cosas y recuerda que los finales no necesariamente equivalen a un fracaso. Mientras dejes que el amor prevalezca en tus decisiones, llegarás, tal como lo hicimos nosotros, a lo que funciona mejor para tu tipo de familia. El divorcio, la separación y las rupturas no son lo que destruyen familias, hijos y amistades. Es la ‘Guerra Entre los Rosas,’ (película 1989), lo que destruye. Decide lo que realmente importa en la vida y como nosotros, tú y tu familia pueden forjar una nueva forma de ser felices para siempre.
Con gratitud, Waleuska.