Las relaciones se dividen en una de dos categorías. Relaciones que ‘dan vida’ o relaciones que tienen un ‘propósito,’ y ambas valen la pena tenerlas. Incluso las relaciones que resultan hirientes, tóxicas y dolorosas nos brindan herramientas necesarias para nuestra evolución. Como resultado, mi argumento es que no hay malas relaciones, sólo poderosos maestros. He aprendido más de las malas relaciones que de las buenas. Muchas de esas relaciones te enseñan algo que debes aprender para evolucionar, pero tú eres responsable de captar la lección.
A veces esas relaciones te enseñarán de manera gentil y otras veces de manera más dura y dolorosa. La cuestión es que todas las relaciones, especialmente las íntimas, tienen la oportunidad de enseñarte mucho sobre ti mismo. Por supuesto, esto no significa que tengas que permanecer en una relación abusiva. Por supuesto que no! Lo que intento señalar es que incluso aquellas relaciones que etiquetamos como “malas” pueden ser enormes bendiciones disfrazadas.
Hace años, me encontré en una de esas a cuál yo llamo ‘relaciones de propósito.’ Por supuesto, no lo sabía en ese momento. La relacion llegó al principio como una suave brisa de lluvia para regar mi suelo seco y triste y pronto todo en mí sintió como si volviera a florecer. Había salido de un matrimonio de 23 años y, aunque tuvimos una trayectoria bonita, había olvidado que era capaz de tener una gran pasión. El primer año con mi nuevo novio fue magnético. Como la mayoría de las relaciones nuevas, todo era arcoíris y unicornios. Me hizo sentir viva. Sí, se podría decir que estaba enamorada. Había anhelado desesperadamente una pasión como esa (énfasis en desesperada) y aquí estaba. Estaba tan emocionada por lo que estaba sintiendo que no vi todas las señales de problemas. La desesperación nunca es buena consejera. Seguramente conduce a malas decisiones.
Lo importante de esta relación en particular es que vino a enseñarme cosas que no sabía sobre mí. Era como lluvia en un desierto. Me enseñó que en verdad era una mujer de gran pasión y capaz de sentir intensamente las emociones que había reprimido durante mucho tiempo. Me criaron con la creencia de que uno debe elegir con la cabeza y no con el corazón porque el amor te vuelve ciego y estúpido. Bueno, aquí estaba yo, por primera vez siendo estúpida. Estaba disfrutando de la vida; viajando por el mundo, viviendo cosas que nunca antes había experimentado y dejando que mi corazón me guiara.
En el mejor de los casos, la relación llegó a enseñarme que podía ser suave, femenina y que creía en el romance, el amor, la pasión y que no había nada roto en mí. Estaba en Amorlandia se podía decir. Pero mientras disfrutaba de mi cuento de hadas, todos los que me eran cercanos a mí, seguían advirtiéndome que me dirigía directamente hacia un precipicio.
“¿Qué estás haciendo? ¿No ves que este tipo es un usador? ¿No ves que sólo está contigo porque te está exprimiendo”, dijo mi prima.
“No, no lo es”, dije en tono ofendida. “No lo conoces.”
Pero mi prima no necesitaba conocerlo. Ella conocía a los de su especie. Mi Príncipe Azul era como esas majestuosas y raras plantas que se encuentran en la selva amazónica y que florecen con hermosas flores, pero son carnívoras y prefieren comer carne viva en lugar de minerales del suelo. Hay alrededor de 630 ejemplares en el mundo y mi novio era uno de ellos. Pero no quería escuchar. El viaje hacia mi precipicio emocional era abrumadoramente delicioso que ya no tenía el control del auto. A diferencia de la mayoría de los cuentos de hadas, mi príncipe tuvo un doble papel en esta historia. Él era el Príncipe Azul y la Bruja Malvada, todo al mismo tiempo. El Universo demostró ser bastante eficiente al reunir todo lo que necesitaba en un solo paquete.
De repente, la suave brisa que sentí cuando llegó por primera vez se convirtió en un enorme tornado seguido de lo que en la naturaleza sólo puedo describir como un huracán. El aguacero excesivo convirtió mi vida en lodo, agotando todos los nutrientes de mi alma. Detuvo mi crecimiento y todo lo que había florecido se echó a perder y murió nuevamente. Finalmente vi el enorme precipicio frente a mí, pero antes de que pudiera gritar alto, alto, los frenos parecían haber sido cortados y no tuve más remedio que estrellarme abajo en lo que me pareció un abismo oscuro. Me vi caer en cámara lenta y mientras caía de mi alto pedestal, podía escuchar el eco de las voces de quienes me advertían. Que mierda, esta caída me va a doler, pensé.
El clima se volvió contra mí. Pasé de ser amada a ser rechazada, de adorada a criticada. Desde ser colocada en un pedestal alto hasta dejarme caer al suelo. De ser la única en su cama a compartirlo con muchas concubinas, aventureras clandestinas que muy probablemente también fueron víctimas de su red. No entendía cómo todo el amor que me profesaba podía haberse ido. Pero fue así: tan rápido como lo había profesado, también así lo retractó.
Me sentí sin vida. Estaba caminando y funcionando, pero estaba muerta por dentro. El huracán había pasado, pero me llevó años reconstruir las secuelas de su destrucción. Me encontré destrozada y mi única gracia salvadora fueron mis hijas. Aprendí a encontrar una fuerza en mí que no sabía que tenía porque no tenía otra opción. Al principio, fingí que era fuerte. Les mentí a todos diciéndoles que estaba bien, pero en el fondo me sentía como un caparazón vacío. No había rastro de la mujer que había sido. Pero en retrospectiva, eso fue algo bueno.
“Mami, ¿quieres ir al parque a jugar?” preguntaba mi dulce Emma con su voz angelical. ¿Quién podría resistirse a esos ojos verdes y esa sonrisa que realmente iluminaban el mundo?
“Por supuesto mi amor. Vamos.”
¿El parque? Mi alma gritó; No quiero ir. Me siento miserable. Sólo quiero cavar un hoyo y morir.
Pero iba al parque y superaba mis límites para que ella me viera sonreír. Emma probablemente sabía que yo estaba sufriendo por dentro. Los niños tienen una intuición increíblemente desarrollada y quizás esta fue su manera de no dejarme morir. Cada mañana me esforzaba por levantarme de la cama para llevar a mis hijas a la escuela y funcionar cuando ellas estaban cerca. Pero todavía estaba perdida. Puede que la tormenta hubiese pasado, pero todavía vivía en mí. Me odié por ser tan ingenua.
Después de meses y meses de sufrimiento, decidí en una de esas noches oscuras del alma como las llaman, que estaba cansada de caminar muerta, y era hora de volver a los vivos. Mis hijas merecen una mejor madre, me recordé. Merezco un mejor yo. Comencé a salir de mi capullo. Me tomó algo de tiempo. No fue un proceso rápido, pero poco a poco los momentos de desesperación fueron disminuyendo. Estoy cansada de sentirme la víctima, me dije. Entonces decidí que ya no iba a arrastrarme más por el suelo. Iba a hacer nacer mis alas y volar.
A través del proceso de reconstrucción, aprendí a amar a la mujer que hay en mí. En lugar de culparme y decirme cosas desagradables, comencé a sentirme orgullosa de mi valiente viaje para salir del abismo. Hubo días que sentí que di pasos hacia adelante y otros días que tuve que arrastrarme por el barro para volver a salir a la superficie, pero lo logré. Ese proceso hizo que me enamorara de mí misma por primera vez. La voz que me decía que era una víctima cesó. Surgió una nueva historia que me decía que era una sobreviviente y una guerrillera como las mujeres increíbles que me criaron. Interesante que fue en mi oscuridad y desde el laberinto de mi dolor que encontré en mí a la mujer que hoy amo.
Lo más importante que aprendí a través de esa relación fue que no necesitaba depender de nadie para que me hicieran sentir viva. Aprendí a regar mis propias raíces y hoy vivo una vida en paz, alegre y plena. Ahora que todo el dolor ha cesado y he curado las heridas, he aprendido a considerar esa relación en particular como mi mejor maestro. Fue la que más me enseñó sobre mi resiliencia y mi poder interior. Como dice el dicho popular: “Lo que no te mata te hace más fuerte,” eso fue precisamente lo que hizo por mí. Me enseñó que es poderoso estar sola y enfrentar los miedos que provienen de lo desconocido. Me abrió el alma y me impulsó a realizar los cambios y la curación que necesitaba para llevar una vida más saludable.
Pero aquí está lo importante que quiero que consideres. Si no hubiera pasado por esas cosas, no habría aprendido las valiosas lecciones que aprendí y mi vida no sería la maravillosa vida que tengo hoy. Pero también debes saber que tuve que esforzarme mucho para extraer las lecciones de esa poción agria. Eso es lo que debes hacer si deseas sanar. Las lecciones no aparecerán simplemente. Eso sería demasiado fácil, y nada que valga la pena aprender y apreciar se sirve en bandeja de plata. Debes cavar, arrastrarte, tirar, empujar, sudar y desangrarte. Ahí es donde está el verdadero trabajo. Pero el resultado es tremendamente sorprendente. ¡Espero que tomes esta historia como un testimonio de lo que es posible!
Creo que la mayor parte de la decepción proviene de pensar en las relaciones como algo que se supone que debe hacerte sentir bien, feliz y cálida, pero la realidad es que las relaciones también tienen otro propósito. Parte de su función es ayudarte a aprender y/o sacar a la superficie cosas que necesitan atención y curación, y a menudo las sacaran a flote infligiendo mucho dolor.
De cualquier manera, sostengo que incluso las relaciones no tan buenas, son buenas porque surgen para cumplir un propósito. Si aprendes a pensar en cada encuentro como un maestro, te sentirás menos devastado y más preparado para lo que sea que presenten las relaciónes. Estarás triste, pero no te destrozarán. Darse cuenta de que incluso aquellas relaciones que te lastimaron fueron necesarias y han tenido un propósito en tu desarrollo, es terapéutico y puede ayudarte a dejar ir cualquier ira, ansiedad y resentimiento que aún tengas. Espero que mi mensaje te haya tocado de alguna manera. Déjame saber cómo te ha resultado y espero que mi historia te inspire a cambiar tu forma de ver las relaciones.
Con gratitud, Waleuska Lazo
Muy interesante y acertado , le añadiría yo la importancia de la formación del autoestima desde niños para identificar en un futuro este tipo de relaciones y salirse de ellas más rápidamente.